En la teoría gestáltica se dice que cuando una experiencia dolorosa no fue asimilada e integrada se queda un poso que se convierte en un proceso no cerrado que busca su culminación o cierre. A este proceso se le llama una getalt abierta. Estas gestalts abiertas se expresan como manifestaciones en las que el dolor contenido y creado en el pasado surge en la consciencia porque un evento en el presente lo desencadena.
En mi experiencia, estas gestalts abiertas se crean en nuestra infancia y siempre giran alrededor de situaciones en las que vivimos una o varias de nuestras necesidades como no cubiertas. Incluso hay quienes sostienen, yo así lo veo también, que estas gestalts abiertas pasan de generación a generación en lo que se llama trauma transgeneracional sistémico.
Todo conflicto presente, ya sea personal o colectivo, es una oportunidad de sanar nuestro pasado personal biográfico. No olvidemos que lo colectivo está formado por individuos y que cada uno lleva la carga dolorosa de su biografía a su presente.
No ser consciente de esto es peligroso porque atribuimos nuestro dolor exclusivamente al estímulo presente y lo convertimos en causa de él en vez de verlo como estímulo. Y nuestra mente condicionada, como es el caso de la mayoría de nuestras mentes, a culpar al otro por nuestro dolor, necesita de un mecanismo que justifique nuestra percepción y que le de sentido. Este mecanismo crea imágenes que proyectamos sobre el otro haciéndolo nuestro enemigo, convenciéndonos de que es él el causante de nuestro sufrimiento. Él resultado es la proyección y la violencia.
Esta mañana me sentía raro. El conflicto que estamos viviendo colectivamente en España me toca más de lo que imaginaba que lo haría. Conecté conmigo y me di cuenta que el dolor que siento tiene mucho que ver con la falta de inclusión, escucha y comprensión que había en mi familia de origen y el gran dolor que esto me generaba pero del cual no era consciente porque era un niño pequeño.
En esta situación actual hay dolores que reconocer, gestalts que cerrar y heridas que sanar que tienen que ver con el presente en cuanto a que es el presente el que las pone de manifiesto pero no el que los causa.
Ver esto es esencial, esté del lado en el que esté. Si no me hago cargo, convertiré al otro en mi enemigo y lo atacaré culpándolo de mi dolor. Y justificaré mis acciones y posturas con mil "evidencias" sin darme cuenta que estoy creando una percepción "a la medida" que de sentido a lo que siento y creo. Y pedir dialogar o intentar acercarme sin tomar la responsabilidad de mi dolor va a resultar en enfrentamiento, choque, ataque y violencia, explícita o velada.
Cuando me hago cargo de lo mío, dejo de proyectar en el otro y renuncio a convertirlo en mi enemigo, entonces puedo verlo, escucharlo y dar espacio a su realidad a la vez que doy espacio a la mía. Y de esto puede salir algo creativo y reconciliador, algo productivo para los dos. Vernos como partes de un proceso de algo que quiere emerger para darnos más consciencia, percibiéndonos como facilitadores de ello, como una especie de comadronas de un parto difícil, en vez de vernos como contrincantes o enemigos, es para mí, la única solución realmente sostenible.
En mi experiencia, estas gestalts abiertas se crean en nuestra infancia y siempre giran alrededor de situaciones en las que vivimos una o varias de nuestras necesidades como no cubiertas. Incluso hay quienes sostienen, yo así lo veo también, que estas gestalts abiertas pasan de generación a generación en lo que se llama trauma transgeneracional sistémico.
Todo conflicto presente, ya sea personal o colectivo, es una oportunidad de sanar nuestro pasado personal biográfico. No olvidemos que lo colectivo está formado por individuos y que cada uno lleva la carga dolorosa de su biografía a su presente.
No ser consciente de esto es peligroso porque atribuimos nuestro dolor exclusivamente al estímulo presente y lo convertimos en causa de él en vez de verlo como estímulo. Y nuestra mente condicionada, como es el caso de la mayoría de nuestras mentes, a culpar al otro por nuestro dolor, necesita de un mecanismo que justifique nuestra percepción y que le de sentido. Este mecanismo crea imágenes que proyectamos sobre el otro haciéndolo nuestro enemigo, convenciéndonos de que es él el causante de nuestro sufrimiento. Él resultado es la proyección y la violencia.
Esta mañana me sentía raro. El conflicto que estamos viviendo colectivamente en España me toca más de lo que imaginaba que lo haría. Conecté conmigo y me di cuenta que el dolor que siento tiene mucho que ver con la falta de inclusión, escucha y comprensión que había en mi familia de origen y el gran dolor que esto me generaba pero del cual no era consciente porque era un niño pequeño.
En esta situación actual hay dolores que reconocer, gestalts que cerrar y heridas que sanar que tienen que ver con el presente en cuanto a que es el presente el que las pone de manifiesto pero no el que los causa.
Ver esto es esencial, esté del lado en el que esté. Si no me hago cargo, convertiré al otro en mi enemigo y lo atacaré culpándolo de mi dolor. Y justificaré mis acciones y posturas con mil "evidencias" sin darme cuenta que estoy creando una percepción "a la medida" que de sentido a lo que siento y creo. Y pedir dialogar o intentar acercarme sin tomar la responsabilidad de mi dolor va a resultar en enfrentamiento, choque, ataque y violencia, explícita o velada.
Cuando me hago cargo de lo mío, dejo de proyectar en el otro y renuncio a convertirlo en mi enemigo, entonces puedo verlo, escucharlo y dar espacio a su realidad a la vez que doy espacio a la mía. Y de esto puede salir algo creativo y reconciliador, algo productivo para los dos. Vernos como partes de un proceso de algo que quiere emerger para darnos más consciencia, percibiéndonos como facilitadores de ello, como una especie de comadronas de un parto difícil, en vez de vernos como contrincantes o enemigos, es para mí, la única solución realmente sostenible.
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