Me doy cuenta que, si quiero ser cada vez más libre, necesito trascender mis creencias. Y no solo hablo de las que ahora están en boca de todos los coaches y otros profesionales que nos dedicamos al desarrollo perosonal, las famosas creencias limitantes. Hay muchas creencias que alimentan mi "autoestima", fortalecen mi identidad y me dan seguridad y que son igualmente limitantes. Son las creencias que en apariencia me fortalecen pero que, a la vez, me separan del otro. De estas a veces es más difíciles liberarnos porque para hacerlo, necesitamos ampliar la mirada, salir de nuestra zona de comfort y pasar por momentos de inseguridad, inestabilidad e incluso angustia.
¿Cuál es el mejor recurso para darnos cuentas de estas creencias? El espejo de la vida. ¿Qué dice de mí esa persona que no me cae bien y hacia la que siento rechazo? ¿Qué mensaje cifrado tiene esa situación en la que me encuntro que no me gusta? Si me hago sensible a ello, me daré cuanta que hay un mecanismo en mí que crea mi realidad y que se dedica a aceptar solo aquello que refuerza su sentido de identidad y todo aquello que lo cuestiona, lo rechaza. Es un mecanismo subconsciente y tan rápido que parece fuera de nuestro control. Es un mecanismo que selecciona aspectos de la realidad rechando otros. Los que selecciona son aquellos que dan fuerza a nuestras creencias e identidad. Y los que rechaza son aquellos que las amenaza, Y con esos apectos parciales construye una serie de imágenes a las que llama, luego, realidad. Y de esta manera nos hace creer que esa parcialidad es el todo, la realidad.
Y así nos quedamos prisioneros de una jaula que nosotros mismos construimos. Y solo cuando la jaula se torna incómoda es que queremos dejarla, pero mientras siga siendo cómoda y segura, la protegeremos y nos quedaremos dentro aunque la puerta esté abierta.
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