Hoy me siento desconectado, neutro. En mí cabeza surgen mensajes: aprovecha el tiempo, haz cosas, tienes que preparar contenido para tus programas, actualizar tu web, meterle mano a la tecnología.
Me entran correos electrónicos de un coach que me invita a preguntarme:
¿Cómo puedo tener más Fuerza de Voluntad?
¿Cómo puedo mantenerme motivado?
¿Cómo puedo ser más constante y conseguir mis objetivos?
¿Cómo puedo mantenerme motivado?
¿Cómo puedo ser más constante y conseguir mis objetivos?
Pero mi cerebro simplemente no se pone en marcha. Y me mantengo en ese espacio. En Gestalt le llaman el vacío fértil. Y da miedo darnos permiso de estar ahí; son tan fuertes los mensajes que nos impelen a estar ocupados, a ser eficaces, a seguir dando pasos para conseguir nuestros objetivos…
Y mi cerebro sigue negándose a ponerse en marcha. Y me dejo estar. Y empiezo a notar un dolor dulce, una especie de tristeza natural que me relaja el pecho e incluso me invita al llanto. Es un espacio tierno.
Y me dejo estar ahí.
Las voces que gritan en pos del logro, de la actividad, del hacer algo productivo todo el tiempo empiezan a callar. Y solo surge el ahora, el sencillo ahora que delante me muestra un espacio de incertidumbre que ahora me parece natural.
Y desde ese espacio puedo contemplar, en la distancia, la agitación del deber, de conseguir, de hacer, de lograr…
Pero hoy mi cerebro dice que no. Así que me dejo estar en este espacio de incertidumbre, ese espacio que me invita a no controlar, ese espacio silencioso, ese espacio vacío de estrategias pero lleno de sentido sentido.
Así estoy ahora. Tranquilo, libre, en sutil felicidad.
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